Apenas dos meses después de recibir el alta tras una operación de urgencia para evitar una oclusión intestinal, el papa Francisco se ha marchado este domingo de Lisboa “rejuvenecido”, como él mismo profetizó en el avión que el pasado miércoles 2 de agosto le trajo a la capital de Portugal para participar en la 37ª Jornada Mundial de la Juventud. Allí, más de un millón y medio de jóvenes llegados de 151 países asistieron a sus encuentros multitudinarios y corearon su nombre como si de una estrella de rock se tratase.
Este evento católico siempre multitudinario —cinco millones en la edición de Filipinas, con Juan Pablo II, su inventor, y casi cuatro millones en la de Río de Janeiro, nada más ser elegido Francisco, hace 10 años— fue ideado como freno a la secularización y propulsor de la reevangelización de una juventud global que «pierde sus raíces cristianas», como se aducía. Sin embargo, con Jorge Mario Bergoglio se ha convertido más bien en una reevangelización de la propia Iglesia, a la que quiere, como ha repetido en varios momentos cumbres de esta cita portuguesa, «de puertas abiertas donde quepan todos».
El papa Francisco llega a Lisboa para participar en la Jornada Mundial de la Juventud
EFE
Francisco emprende su 42º viaje internacional para participar en la JMJ, el acto católico más multitudinario y en el que ya se han inscrito más de 330.000 jóvenes de 200 naciones
Y así se lo hizo repetir estos días a los miles de jóvenes —con una edad media de 31 años— que el jueves pasado bullían en el parque de Eduardo VII. «Repitan conmigo”, les dijo: “En la Iglesia entran todos, todos, todos». Eran mensajes fácilmente comprensibles y deseados por la mayoría de los presentes, pero sus principales destinatarios eran los mayores, esos que insisten en mantener las puertas cerradas, los que siguen teniendo el poder en la Iglesia y son refractarios a un Papa que consideran «populista».
El papa se despide de la JMJ en Portugal animando a la juventud a vivir «sin miedo»
Pero las palabras de Francisco también iban dirigidas a quienes hacen las políticas que, acusó, comprometen el futuro de las nuevas generaciones. Algo que dejó claro nada más poner pie a tierra en Lisboa, una ciudad que cambió su fisonomía por unos días, colapsada, con la alegría de unos vecinos y con el hartazgo de otros que criticaban los gastos generados por la visita (aunque en la protesta que organizaron apenas congregaron a un centenar). Lo pudieron consignar parte de los 4.000 periodistas acreditados. Una cifra que, guste o no, da idea de que lo que dice el papa Francisco resuena a nivel planetario, como también lo hacen los escándalos de la Iglesia de la que es cabeza.
* Si no ves correctamente este formulario, haz clic aquí.
«¿Hacia dónde navegas, Europa?»
«Estamos navegando en circunstancias críticas y tempestuosas, y percibimos la falta de rumbos valientes hacia la paz. Mirando con cariño sincero a Europa, en el espíritu de diálogo que la caracteriza, nos saldría espontáneo preguntarle: ¿hacia dónde navegas, si no ofreces procesos de paz, caminos creativos para poner fin a la guerra en Ucrania y a tantos conflictos que ensangrientan el mundo?», soltó a las dos horas de llegar, en su primer y más político discurso ante las autoridades del país vecino.
Fue un discurso interpelante y crítico, pero ante el que pocos se debieron dar por aludidos, ni siquiera el presidente Marcelo Rebelo de Sousa, que aplaudió a rabiar, lo mismo que un auditorio que le despidió en pie y con varios minutos de ovaciones. Se marchó entonces como si fuese una prima donna que, sin embargo, acababa de sacarle los colores a Europa —»el Anciano Continente», la degradó desde sus 86 años—, a la que deseaba que la juventud de esta JMJ estimulase de alguna manera, porque “el mundo necesita a Europa, a la verdadera Europa; necesita de su papel de constructora de puentes y de paz en su parte oriental, en el Mediterráneo, en África y en Oriente Medio. De ese modo, Europa podrá aportar, dentro del escenario internacional, su originalidad específica”.
Sueño con una Europa, corazón de Occidente, que utilice su ingenio para apagar focos de guerra y encender luces de esperanza; que sepa reencontrar su alma joven; que incluya a los pueblos y a las personas, sin perseguir teorías ni colonizaciones ideológicas. #Lisboa2023
— Papa Francisco (@Pontifex_es) August 2, 2023
Lleno de lirismo, entonando la melodiosa voz de sus poetas y narradores —incluso citó al Nobel de Literatura José Saramago, al que el Vaticano denostó con una crítica muy poco caritativa cuando murió, en 2010—, el discurso del Papa en el Centro Cultural de Belém contenía, sin embargo, una carga de profundidad para el conjunto de la Unión Europa desde donde terminan sus fronteras.
No salió mejor parado el resto de la llamada civilización occidental: «¿Qué camino sigues, Occidente? Tu tecnología, que ha marcado el progreso y globalizado el mundo, por sí sola no es suficiente; menos aún las armas más sofisticadas, que no representan inversiones de futuro, sino el empobrecimiento del verdadero capital humano, el de la educación, la sanidad, el estado de bienestar». «¿Hacia dónde navegan, Europa y Occidente, con el descarte de los ancianos, los muros de alambre espigado, las tragedias en el mar y las cunas vacías?», prosiguió con una nueva descarga.
El desánimo de los jóvenes
Frente a todo ello, llamó la atención sobre los miles de jóvenes que ya a aquellas horas habían tomado Lisboa en un ambiente festivo. “No están en las calles para gritar de rabia, sino para compartir la esperanza del Evangelio. Y si desde muchos sectores se respira hoy un clima de protesta e insatisfacción, terreno fértil para el populismo y las teorías conspirativas, la Jornada Mundial de la Juventud es una oportunidad para construir juntos”, destacó, subrayando, sin embargo, los “muchos factores que los desaniman, como la falta de trabajo, los ritmos frenéticos en los que están inmersos, el aumento del coste de la vida, la dificultad para encontrar vivienda y, lo que es aún más preocupante, el miedo a formar una familia y traer hijos al mundo».
El papa Francisco cancela la Inquisición: la voladura (controlada) del antiguo Santo Oficio
José Lorenzo
El pontífice ha nombrado a un nuevo cabecilla al frente de la institución heredera de la Inquisición
Se lo repetiría a esos mismos jóvenes a día siguiente, en un encuentro con universitarios, a quienes invitó a «arriesgar» y rechazar la tentación de dejar que las cosas queden como están, perpetuando lo que calificó como un «sistema global actual de elitismo y desigualdad». «Un título académico no debe verse simplemente como una licencia para buscar el bienestar personal, sino como un mandato para trabajar por una sociedad más justa e inclusiva, es decir, verdaderamente progresista”, dijo, invitándoles a preocuparse por los pobres y marginados y «redefinir lo que entendemos por progreso y desarrollo». «La suya puede ser la generación que asuma este gran desafío», les puso como reto. «Necesitamos alinear la tragedia de la desertificación con la de los refugiados, el problema del aumento de la migración con el de una tasa de natalidad en declive, y ver la dimensión material de la vida dentro del ámbito más amplio de lo espiritual».
Lo que luego los jóvenes le dijeron al Papa da idea de que sí, de que en la Iglesia, además de una corriente más pietista, que bebe en algunos nuevos movimientos y corrientes eclesiales, y de otra que añora la fe más ideologizada de sus mayores (obispos incluidos), hay otra comprometida con la opción evangélica más transformadora. Una que reclama de la clase política, a nivel global, que «se ocupen seriamente y sin más demora de los grandes retos que amenazan la vida y los hogares de millones de personas», entre ellos, el del cambio climático y el modelo económico que lo ha provocado.
La piedra de toque de los abusos
El imponente marco del Monasterio de los Jerónimos fue, en la tarde de su primer día en la capital lusa, el escenario del no menos contundente mensaje a los responsables de la Iglesia en Portugal, en el ojo del huracán tras el informe que cifró en al menos 4.800 las víctimas de abusos sexuales a menores por parte de eclesiásticos desde los años cincuenta del siglo pasado. Mucho antes de que Francisco llegase a Portugal, se ponía como piedra de toque de esta JMJ la forma en que este Papa, que ha convertido la lucha contra esta lacra en una de las prioridades de su pontificado, iba a abordar esta delicada cuestión. Una que ha dejado en shock a una sociedad portuguesa antaño muy católica y actualmente en medio de un proceso de descristianización similar al de España.
Desde la primera bancada, el episcopado portugués escuchó impertérrito el diagnóstico papal sobre «el cansancio» evidente que atenaza a la Iglesia en Portugal: «Se acentúa por la desilusión y la rabia que algunos alimentan en relación con la Iglesia, en algunos casos por nuestro mal testimonio y por los escándalos que han desfigurado su rostro, y que llaman a una purificación humilde y constante, partiendo del grito de dolor de las víctimas, que siempre han de ser acogidas y escuchadas».
Estiman que en Portugal hay al menos 4.815 víctimas de abuso sexual en la Iglesia católica
Europa Press
Según el informe, los abusadores son en su mayoría hombres y el 77% sacerdotes. Casi todos se produjeron entre 1960 y los 90, y un cuarto denunciados entre 1991 y la actualidad
Eran muy pertinentes esas palabras porque, incluso tras hacerse público el informe sobre el número de víctimas, estas manifestaron que seguían sin sentirse escuchadas por los obispos. Y también en eso, el Papa argentino les dio a los pastores portugueses una clase práctica (que no estaba en el programa oficial, aunque se esperaba) nada más salir del monasterio. Trece de esas víctimas le esperaban ya en la nunciatura (embajada del Vaticano). Con ellas, Francisco permaneció más de una hora. A cada una le pidió perdón personalmente y de cada una escuchó su historia de dolor.
Consciente de que en la Iglesia se está librando también una batalla cultural entre los partidarios de una Iglesia más abierta —»no conviertan la Iglesia en una aduana», les pidió a los obispos portugueses— y quienes la quieren parapeto contra el viento de la secularización y la increencia, el Papa, a modo de hashtag fácilmente identificable para el auditorio de esta JMJ, les dejó claramente una consiga: «En la Iglesia entran todos, todos, todos». Lo cual no evitó, durante esos días, que jóvenes ultracatólicos irrumpiesen en una misa organizada por un colectivo LGTBI blandiendo crucifijos y rezando el rosario, que algunos peregrinos arrancasen las banderas de jóvenes católicos trans o que un pequeño grupo de jóvenes españoles (el colectivo más numeroso en esta JMJ) protagonizase un vídeo viral cantando el Cara al Sol.
Perdonad mi ignorancia. ¿Quiénes han considerado que cantar el «Cara al sol» en la JMJ era una buena idea? Si no vais a sumar, no restéis, quedaros en vuestras casas. pic.twitter.com/iXnWVITZrm
— Manuel de la Peña (@ecce_agnus_dei) August 5, 2023
El miedo de los analistas ahora es que, tras bajarse el telón (y el subidón juvenil), las cosas sigan igual en la Iglesia. La prensa internacional destaca que Francisco «había plantado una semilla» entre la juventud, pero que crezca es otra historia. El próximo capítulo tendrá lugar en la primera semana de octubre, cuando Francisco presidirá a lo largo de todo ese mes el Sínodo de la Sinodalidad, un evento que antes de su inauguración ya ha hecho historia, pues será la primera vez que las mujeres puedan votar, hasta ahora, un derecho solo reservados a los obispos.